A veces, seguir el camino espiritual no es fácil… son muchos cambios los que hemos de hacer.. muchas cosas internas que hay que dejar. Y con frecuencia las motivaciones no son muy realistas…. “quiero ser un gran ser iluminado. Quiero ser una gran meditadora. Quiero no sufrir o no sentir dolor…", pero la realidad es que crecer implica un cambio interior muy profundo y a veces si la motivación no es muy poderosa, se puede perder el interés o el sentido de la búsqueda.
Quizás una de las motivaciones más importantes que podemos hallar es el sentir que tenemos que evolucionar como especie y que sólo podemos evolucionar dirigiéndonos al amor, a la luz que somos, para poder crear en un futuro sociedades más armónicas y luminosas. Y ésto sólo puede ocurrir de verdad si como individuos generamos un profundo cambio interior. La vida nos lo está reclamando. La vida es evolución constante y nosotros no podemos quedarnos atrás. Tenemos que cambiar como especie, tenemos que crecer y salir de este lugar tan oscuro en el que estamos inmersos. No se trata de que evolucionen algunos pocos, o unos miles. Tenemos que hacerlo todos. Quizás eso signifique la Compasión. Quizás eso signifique luchar para salir del sufrimiento.
Si miramos alrededor y vemos aquello que hemos creado como sociedad, nos daremos cuenta de que no podemos seguir durante mucho tiempo aferrados a nuestras creencias y a nuestro modo de vivir. Nos nutrimos del sufrimiento ajeno. Del sufrimiento de otros que trabajan en condiciones de esclavitud para fabricar todos esos productos que compramos a montones en esas grandes cadenas de artículos baratos. Nos nutrimos del sufrimiento atroz de millones de seres que son masacrados en las granjas y en los mataderos como si fueran cosas, porque su dolor no importa. Nos alimentamos de productos cultivados y elaborados en su mayor parte por unas pocas multinacionales sin escrúpulos que crecen a costa de arrancar de sus tierras y sus modos de vida a miles de habitantes de países más pobres, generando millares de desplazados. En este sistema de usar y tirar, cubrimos unas necesidades que no son necesarias a costa de saquear un planeta que ya no tiene nada que darnos.
En nuestra salvaje y triste sociedad de consumo nos han enseñado a rechazar lo que somos para ser lo que quieren vendernos. Vivimos en un sistema que en lugar de mostrarnos nuestra belleza, nuestra perfección innata, se empeña en crear una belleza ficticia e inexistente y hacernos creer que no somos dignos. Si no encajamos dentro de unos cánones artificiales, si no disimulamos unas imperfecciones que no existen y, (cada vez más), si no buscamos tener esos cuerpos que nos venden, vivir ese modo de vida que nos quieren imponer, o ser uno de esos personajes “superperfectos” que se supone que hemos de ser, no somos valiosos. Se han creado unos moldes de plástico en los que la gran mayoría nos empeñamos en encajar.
Vivimos apenas conscientes, pero sintiendo que tenemos una gran capacidad de decisión. Por ejemplo…”soy libre de elegir cual de mis asquerosas arrugas me voy a quitar, o que parte poco digna de mi cuerpo voy a cambiar”, sin ser conscientes de la falta de amor por nosotros mismos que eso implica. Porque ya somos perfectos como somos. Porque somos lo que la vida ha hecho de nosotros, cada uno único e irreemplazable en su belleza, con su luz y su sombra (esa sombra que solo es una herramienta para hacernos crecer), cada uno inmensamente especial y maravillosamente diferente. Todos y cada uno diversas formas del mismo amor, diversas facetas de la misma joya. Pero no, en lugar de ver toda esa belleza, rechazamos constantemente lo que somos con tal de encajar en “el molde de lo perfecto” más y más. (Y no sabemos ver que “perfecto” no es aquello que el hombre dictamina que es perfecto, sino cada una de las cosas que la vida crea).
Dejamos nuestra felicidad y nuestra libertad en manos del consumo, sintiendo que tenemos unas necesidades que hemos de llenar a toda costa y sin las cuales no podremos ser felices. Y aún así nos sentimos libres, cada vez más ansiosos y frustrados, pero eso sí, libres… somos treméndamente libres para consumir y seguir consumiendo….”Soy libre, porque puedo elegir comprarme cada pocos años el coche que más me guste, (¿pero eres de verdad muy libre de decidir que no te vas a comprar ningún coche?. ¿Renunciarías a él?).
Sin casi darnos cuenta, nos encontramos inmersos en un sistema que nos esclaviza sutilmente. Un sistema que se nutre del dolor de todos, para generar la riqueza de unos pocos que ni siquiera llegan a ser felices. Un sistema lleno de luces que nos deslumbran, pero en el que, si escarbamos, sólo podremos encontrar la oscuridad más absoluta.
Y sin embargo, lo que las preciosas enseñanzas nos muestran es que somos un infinito potencial de luz, de amor, generosidad y compasión.
¿Cómo salir de verdad de esta oscuridad global en la que estamos inmersos?… caminando, caminando hacia nuestra propia luz sin dejar de caminar. Ese esfuerzo, ese trabajo que cada vez nos hará más plenos y conscientes es lo que podemos aportar al mundo. Llenar nuestra pequeña parcela de luz, aprender a andar el Camino para mostrarles a otros cómo se anda, aprender a desarrollar el Amor que somos para mostrarles a todos los demás el Amor que son. Ser espirituales o seguir el Camino no nos convierte en mejores que los otros, pero nos enseña a recorrer el único sendero que lleva a la auténtica libertad y que la mayoría de las personas no saben recorrer.
Quizás andar lo suficiente hacia delante para cuando seamos capaces, girarnos y tender la mano a los que vienen detrás, sea una buena motivación para seguir. No importa las veces que dudemos, que caigamos o que retrocedamos. No importa lo mal que lo hagamos. Trabajarnos una y otra vez hasta conseguir que todos los seres, todos, dejemos de sufrir.
Al fin y al cabo, eso es la compasión ¿no?.